Quinta EchegurenQuinta Echeguren

La familia Echeguren fue una de las más poderosas y prominentes de Mazatlán desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Originarios de Traslaviña, Vizcaya (España), los hermanos Martín, Pedro y Francisco Echeguren y de la Quintana llegaron a Mazatlán en distintas etapas a partir de la década de 1840, probablemente por invitación de un pariente, Joaquín de la Quintana.

Inicialmente, los Echeguren se asociaron en la firma Echeguren, Quintana y Compañía, dedicada al comercio, banca y crédito. Posteriormente, fundaron Echeguren Hermanos y Compañía, que se convirtió en un emporio con negocios en minería, construcción, textiles, agua potable, jabonería, fundición, ferretería, banca y múltiples propiedades urbanas y rurales, incluyendo la hacienda Las Cabras en Escuinapa.

Uno de los elementos más emblemáticos asociados a la familia fue su residencia conocida como la Quinta Echeguren, ubicada al inicio del malecón de Olas Altas. La primera casa fue destruida durante la epidemia de fiebre bubónica (1902–1903) al ser quemada, como otras, para evitar contagios. En su lugar, Pedro Echeguren y Herrerías mandó construir un majestuoso chalet alpino, de estilo europeo inusual en Mazatlán. El diseño fue obra del arquitecto Luis Elizalde de San Sebastián, España, y su construcción implicó un gran despliegue técnico y humano (80 obreros), incluyendo dinamita para nivelar el terreno.

Echeguren y Cía en Venus y Constitución

La nueva casa, finalizada en 1904, incluía una torre, sótano para vinos, salones lujosos, terraza y mirador. Sin embargo, fue poco habitada: Pedro murió joven en 1907, y su hermano y heredero Antonio Echeguren y Herrerías también falleció prematuramente. Los descendientes vivían en España o Estados Unidos, y rara vez visitaban Mazatlán.

En su apogeo, la familia tenía conexiones aristocráticas: Concepción Moreno de Echeguren, viuda de Pedro, vivió en París y casó a sus hijas con nobles europeos. El único hijo varón murió joven sin herederos. La otra rama, la de Francisco Echeguren, también regresó a España en 1892, y sus descendientes continuaron brevemente con los negocios en Mazatlán bajo la razón social Francisco Echeguren y Compañía, hasta los años 60.

Desde el Paseo del Centenario

A lo largo del siglo XX, los negocios de la familia comenzaron a declinar debido a eventos históricos: la Revolución Mexicana, la Primera Guerra Mundial, la crisis de 1929 y el mal manejo de sus propiedades por terceros. Intentos posteriores como la tienda La Realizadora fracasaron, y finalmente el último negocio activo, la Ferretería Echeguren, cerró en la década de 1960.

La Quinta Echeguren, aunque convertida en leyenda por su historia y su arquitectura, sufrió daños irreparables en 1954 cuando un rayo la incendió durante una tormenta. Como su estructura era mayoritariamente de madera, quedó destruida casi por completo. Sus ruinas permanecieron por años hasta que fueron demolidas por el nuevo propietario del terreno.

La historia de los Echeguren refleja el ascenso y la caída de una dinastía comercial ligada al crecimiento económico y la transformación urbana de Mazatlán, dejando huella en la memoria histórica y en el paisaje físico de la ciudad.

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