Testimonio de Martiniano Carvajal
A fines de Octubre de 1902 comenzó a susurrarse que existía en la población una enfermedad caracterizada por bolas que aparecían en las ingles. Algunas defunciones ocurridas en la barriada del muelle, la circunstancia de haber ocurrido tres fallecimientos en una serie de cuartos de madera de la calle de “La Reforma”, conocidos como de Lamadrid, hizo que se fijara la atención en la enfermedad, que los médicos creían fuera una de tantas formas que reviste el paludismo.
“En Noviembre la enfermedad tuvo un periodo de calma y renació la confianza. Después del fallecimiento de una señora que vivía en la calle “La Libertad”, cercana a la de “La Reforma”, donde ostensiblemente había principiado la enfermedad, volvió de nuevo la población a entrar en alarma. La joven de que hablamos había tenido infartados los ganglios de las ingles y su enfermedad la había llevado violentamente a la tumba.
Transcurrió el mes de Noviembre sin que la enfermedad hiciera estragos; pero a principios de Diciembre comenzó a caracterizarse la epidemia, y el día 11 de dicho mes el señor Prefecto del Distrito, Dr. Leopoldo Ortegacitó a los médicos de la localidad a una Junta que se verificó el día 12.
Todos los facultativos ocurrieron al llamamiento y estuvieron de acuerdo en que existía una enfermedad de forma infecciosa grave, habiendo tenido oportunidad de observar 19 casos, de los cuales 8 habían tenido un desenlace fatal. A reserva de continuar estudiando la naturaleza del mal, fueron de parecer que debían tomarse precauciones de aislamiento y desinfección, como si estuviese definida la epidemia. Con un altruismo nunca suficientemente alabado ofrecieron a la Autoridad Política, sin estipendio alguno, sus
servicios profesionales.
En Mazatlán como en casi todas las poblaciones de la República, existe la costumbre entre ciertas personas, de erigir altares en honor de la Virgen de Guadalupe, el día 12 de Diciembre. Muchas personas recorren las calles el mencionado día en busca de incendios, y las calles se ven muy concurridas.
Los paseantes que el día 12 de Diciembre recorrieron las calles de Mazatlán, sorprendiéronse de ver al par que los altares, no pocos velorios, y al día siguiente la alarma era grande.
El Delegado Sanitario, Sr. Dr. José Ma. Dávila, comunicó al Consejo lo que pasaba en la localidad y aquel alto Cuerpo” ordenó una serie de medidas de rigurosa aplicación acerca de aislamiento de los enfermos y de las personas que hubieren estado en contacto con ellos, la desinfección de casas, ropa y demás objetos, el establecimiento de estaciones sanitarias en los caminos para Culiacán, Durango y Tepic, la prohibición de salir de la ciudad sin certificado médico, y otras más por el estilo, entre ellas la incineración de todas las casas que no fueran susceptibles de una perfecta desinfección.
Las ordenes del Consejo produjeron la consiguiente alarma; se consideraba por algunos el
aislamiento como atentatorio y en verdad que lo era; pero la conveniencia pública, la vida de los 18,000
habitantes y los cuantiosos intereses materiales de Mazatlán, lo hacían más que necesario, indispensable.