Este paseo, llamado del Centenario por la autoridad municipal en Septiembre 21 de 1910, porque se reinauguró con motivo de las celebraciones del centenario de la iniciación de nuestra lucha por la independencia, da principio, o termina, todo depende como quiera verse, un poco al sur del edificio de la Aduana Marítima. A pesar que existió un camino que rodeaba lo que hoy se conoce como cerro del Vigía desde cuando menos mediados del siglo XIX, su reparación y posible ensanchamiento, se debió a la Junta de Mejoras Materiales que presidió el alemán Jorge Claussen en los últimos años de la primera década del siglo XX.
En su primer tramo, o sea hasta donde recientemente estuvo el punto conocido como la Batería y anteriormente como Fortín de la Paz y Fuerte 22 de Diciembre, en el lugar en que ahora existe un edificio de departamentos propiedad de la Secretaría de la Defensa Nacional y habitado por personal militar, se conservan varias buenas casas que sin duda fueron edificadas a finales del siglo XIX.
Entre ella está una que fue construida por Alejandro Loubet, quien la habitó con su familia.
Por lo que respecta a la Batería, conocida así porque poseía un cañón de pequeño calibre que posiblemente se utilizaba para dar alguna clase de señal, el punto sirvió de prisión militar hasta cuando menos mediados del siglo XX, y de ella se fugó Rodolfo Valdéz, mejor conocido como El Gitano, quien asesinara al gobernador Rodolfo T. Loaiza en 1944.
Siguiendo adelante y ya en la falda poniente del cerro, llegamos a la Glorieta Germania, regalo de la colonia alemana de la ciudad en 1910. De acuerdo con acta de sesión del Cabildo de Agosto 4 de 1910,
A partir de este tramo se inicia de nuevo la parte poblada del Paseo, en su mayoría con
construcciones levantadas a partir de mediados del siglo XX. La única finca que aún existe de interés histórico, aunque reformada recientemente, es la que en una época se conoció como Quinta Iturbe.

Según comentarios, la finca fue construida para regalarla al general Ramón F. Iturbe, probablemente en la segunda década del siglo XX, quien nunca habitó en ella. Más tarde fue propiedad de la Cervecería del Pacífico y en ella funcionó un club nocturno llamado Sunset Inn. En otra época fue ocupada por la Comandancia Militar de la ciudad y posteriormente fue residencia de varios cónsules de Estados Unidos.
Contigua con la Quinta comienza el colegio El Pacífico, que terminó el edificio que aún existe en 1933.
Frente a la Quinta Iturbe y al colegio El Pacífico, antes que el Paseo dé un giro hacia el poniente por la calle llamada Cruz, para iniciar su descenso a Olas Altas, está el Hogar San Pablo, dirigido por el sacerdote Pedro Tovar.
En el lugar estuvo a finales del siglo XIX la casa de beneficencia de la colonia española y más tarde el llamado Hospitalito de San Vicente, que cerró a principios de la década de 1950.
Iniciando el descenso hacia el malecón de Olas Altas, nos encontramos con un extenso terreno baldío. En el lugar estuvieron sucesivamente dos casas que pertenecieron desde cuando menos la octava década del siglo XIX a la familia Echeguren.
La primera de ellas fue incendiada, como tantas otras de la ciudad, con motivo de la epidemia de fiebre bubónica de 1902 y 1903. La segunda, construida para Pedro Echeguren y Herrerías, era por su estilo arquitectónico de chalet alpino, algo muy diferente al tipo de construcciones a que estaban acostumbrados los mazatlecos, y por su tamaño, una de las mayores de la ciudad.
Una vez terminada, la casa fue escasamente habitada por la familia propietaria, primero por la temprana muerte de Pedro Echeguren y Herrerías y luego porque con motivo de la Revolución su siguiente propietario, Antonio Echeguren y Herrerías, hizo a Mazatlán muy pocas visitas y falleció poco después. Sus herederos, todos niños, difícilmente pudieron visitar la ciudad.

Los Echeguren fueron la familia de mayor prominencia social y económica que hubo en Mazatlán durante el siglo XIX y comienzos del siguiente. A principios de la década de 1840 se estableció en Mazatlán el primero de la dinastía Echeguren y de la Quintana, Martín (1819-), probablemente invitado por su pariente cercano Joaquín de la Quintana, quien llegó a la ciudad en 1840.
Cuando visitó la ciudad el general Álvaro Obregón en su gira política buscando ocupar por
segunda ocasión la presidencia de la República, Guillermo Azcona y Ramón Cevallos le organizaron en la finca un gran baile, al que concurrió la sociedad entera de Mazatlán.
En la finca vivieron, como inquilinos, el cónsul inglés, Roberto Watson y más tarde el español Celedonio Corvera.
La noche del 12 de Septiembre de 1994 la quinta se incendió a consecuencia de una descarga eléctrica que cayó sobre ella durante una tormenta y como consecuencia que gran parte de su estructura era de madera, se consumió en su mayor parte. Como todos los inmuebles de que era propietaria en Mazatlán la familia Echeguren, este también se vendió.
Por muchos años permaneció el esqueleto de lo que quedó de la finca, hasta que el propietario del terreno en que estaba construida mandó derribar lo que restaba.